PEDRO ESTEBAN. TRACCIÓN DEL RETRATO
Sala de la Muralla. Valencia 2104.
Entrevista realizada por Paco de la Torre al pintor Pedro Esteban con motivo de su exposición de pintura Tracción del retrato.
¿Por qué retrato?
Yo pintaba paisaje hasta que me di cuenta que el verdadero paisaje es el rostro. El rostro es la “puerta de entrada a los verde pastos”. ¿Alguien se puede imaginar la pesadilla de un mundo sin rostros? Yo no puedo abstraer en el cuadro de las Meninas el rostro central de la infanta Margarita. Si no estuviese esa piedra clave no habría universo, por muy atmosférico que Velázquez sea.
¿Por qué el título?
“Tracción del retrato” es un título contundente, que repite además el tra-tra, haciéndolo español español, pues sólo en español el hombre es hombre y la mujer hembra. La r, como la j, como la z dan contundencia la lengua más bella del mundo, en palabras del premio Nobel Miguel Ángel Asturias
¿Por dónde empezaste?
Yo había pintado esporádicamente retratos ya desde el principio de mi carrera. Sistemáticamente lo hice para pintar las 28 monjas de un convento de clausura que celebraban su milenario, su cumpleaños, así que pergeñamos entre el cura y algunos más, regalarles una orla, pero, claro, adecuada a su edad. Quedó bien Pop.
En el año 2006 comencé a pintar una serie de niños enfermos, con el título de Jonás. Eran todos caras sin cuerpo, aisladas, sin ningún tipo de intencionalidad morbosa, es más, intenté quitarle a la fotografía –siempre durísima- todo su dramatismo. Lo hice sumergiendo los signos gráficos identificativos y expresivos en el color puro, trabajando con la antigua técnica del temple de huevo, que magnifica el color sacándole toda la luminosidad al pigmento. El pigmento tiene que ser excelente, no vale cualquiera.
Luego continué la serie con Jonás II. Lo de Jonás tiene que ver con la ballena y con una metáfora bíblica sobre una madre que se convierte en tumba de su hijo. Metáfora de las metáforas, sin duda. En esta segunda serie ya no me limitaba al rostro, no lo “guillotinaba”, sino que la cabeza tenía cuello y hombros, incluso aparecía alguna mano del propio niño o de alguien que lo sujetaba. Como en aquel caso del cuento del conde Lucanor de un pobre que se creía el más pobre del mundo, para una mujer estéril un hijo es una gloria, independientemente del apelativo griego que le pongamos a su enfermedad
En 2007 nació mi hijo Lorenzo y aproveché aquella efervescencia retratística para pintarle. Cambié los naranjas, negro y morados de Jonás por vibrantes verdes y rojos. Pero el esquema compositivo y el dibujo seguía siendo el que inventé en Jonás I.
La técnica del temple al huevo es tan maravillosa, tan luminosa y tan sutil a la vez, que poco a poco fui virando o encontrando fotografías que me pudieran servir de modelo y poder asi pintar cuerpos completos, aunque abstrajese el espacio, un poco siguiendo el modelo jesuítico (ejercicios espirituales de San Ignacio) de la anterior exposición que tenía por título “Poemas del cordero”. Lo curioso es que la mayor parte de las fotografías que elegía para pintar eran fotografías de los años veinte o treinta del siglo XX, algunas anteriores, fotografías que normalmente salieron de la experiencia pictórica de muchos aquellos fotógrafos, o pintores reconvertidos a fotógrafos. Por ejemplo, la serie de niñas (supongo que la hice por sólo tener hijos varones) eran fotografía de niñas de formas sumidas, tímidas, sentadas en la escalera de esperar. Esta forma tímida la capta muy bien la técnica del temple de huevo, que para lo que no sirve seguro es para pintar expresionista, ni siquiera para modelar escultóricamente las figuras, pues tendrías que falsearlas con el característico rayado paralelo de la técnica del temple antiguo. Si el color es luz, o al menos sufrimiento de la luz, cual decía Goethe, en su extraordinaria teoría del color, no es necesario además representarla con claroscuros duros o modelados suaves. Simplemente se prescinde de este efectismo realista.
¿Qué opinas del realismo?
Nunca me ha gustado, siempre lo he bordeado, quizá por no tener condiciones o paciencia. No me gusta la imagen de la gente. Hace un tiempo me encargaron de pintar para la Iglesia de Santa Catalina de Valencia, al beato Martín. Existe una fotografía que un fotógrafo ruso que había tirado instantes antes de los tiros del fusilamiento en el marjal del delta del Ebro. El cuadro era para colocarlo en el Sagrario, frente al fundador de la Orden de los Operarios Diocesanos. Yo vi el retrato de Monsén Sol antes de pintar al pobre profesor Martín y decidí justo hacer lo contrario. Que la imagen se hundiera en la pintura, que no sobresaliese. Los beatos y los santos, quizás no los fundadores, deberían pintarse siguiendo el modelo de la Sábana Santa de Turín: signos sumergidos y no parábolas.
Me gusta mucho el Génesis donde diferencia imagen de semejanza. A mí, como pintor, me gusta más la semejanza que la imagen o icono (belleza máxima de la idea). Capta mejor el rostro y el alma la semejanza que la imagen y aquí me remito al gran filósofo moderno, judío antisionista, Franz Rosenzweig:
“Así como la estructura de la cara está dominada por la frente, así su vida –cuando gira entorno a los ojos y de ellos irradia- termina por concentrarse en la boca. La boca lleva a cabo y culmina toda la expresión de que es capaz el rostro, tanto hablando como, al final, callando en un silencio tras el que el habla se hunde: el beso. Los ojos son aquello en el que resplandece para el hombre el rostro eterno; la boca, aquello de cuyas palabras vive el hombre, pero a nuestro maestro Moisés, que sólo fue autorizado en vida a ver el país del anhelo, pero no a pisarlo, Él le selló su vida con un beso de su boca. Tal es el sello de Dios, y tal es también el sello del hombre”.
La verdad es que no se puede decir mejor
¿La pintura es conceptual?
Ya lo dije en mi libro “La pintura es cristina”: La pintura occidental –la pintura- es la escritura pictográfica del Evangelio. La pintura no tiene a Grecia ni a Roma como madre, no tiene a la estética ni a la mímesis como abuelas, no, la pintura es escritura y es más importante de lo que se piensa leerla correctamente, si no, sería como ponerse con cara de mono delante de un jeroglífico babilónico. Ya puedes, como espectador, extasiarte con el “pinceleando” del pintor o babear con la geometría oculta del cuadro, como no sepas el significado del cuento, no has entendido nada, no has visto la pintura. Todas estas cosas, y muchas más, que contamos los profesores modernos de pintura están supeditadas al signo. Pero también he dicho que a mí el signo no me interesa ¿Quién ve el humo estando delante del fuego?
¿Y la pintura abstracta?
Antes de hablar de la pintura abstracta me gustaría concluir la pregunta anterior respondiendo que sí, que la pintura es el arte conceptual por excelencia y que lo que llaman ahora arte conceptual no es más que liturgia, decorativismo urbano de interior.
Respecto a la pintura abstracta es …, o me gustaría decir que no es pintura sino una preparación para la pintura y que, como no se moja ni a favor ni en contra, es ideal para decorar los espacios políticos y hoteles altos de Qatar. Tuvo su época buena y los pocos pintores abstractos que quedan merecen gran reconocimiento por su obcecación. Me gusta el arte abstracto que todavía tiene un cordón umbilical con la forma significativa, pro ejemplo Kandinsky, pero sobre todo admiro a los pintores abstractos que quedan.
¿Bernardette, Lourdes?
Me entusiasma Bernardette. Pero el cuadro más importante de la exposición es el Fiat, o en título más largo: “Fiat mihi secúndum verbum tuum” (lo he memorizado justo antes). Es el cuadro del cartel y también frontispicio del catálogo, por algo será. Este cuadro remite a la serie Rostros mecánicos de estudiantes de Bellas Artes, militarizados por la geometría feminista, serie que pinte para la feria de Arco de 1997 o 98, para el stand de la galería valenciana Postpos. “Fiat” es justo la visión contraria de la mujer: la madre, la Virgen María que reflexiona sobre el libro abierto, libro que cierra cuando acepta la propuesta del ángel de la Anunciación con el “hágase en mí según tu palabra”. Esta aceptación, mostrada con una inclinación diagonal de la cabeza, es la verdadera tracción del retrato. La mujer madre es la morada de Dios en la tierra, la que da nuevos rostros a los hijos de Dios, que uno contempla admirado cual mira el pupular de las hojas amarillas de los chopos en otoño (esta es una imagen infantil que yo tengo de mi pueblo leonés). La mujer es la única retratista, como me ha demostrado mi mujer Marta. Y aquí acabo. Muchas gracias. Bueno, una última cosa y es que por mucho que hagamos en este mundo (sólo se puede hacer bien una sola cosa) lo único que vamos a llevar de él es nuestro nombre, nada más. Ni somos pintores, ni poetas, ni matemáticos, ni reyes, ni nada. Soy Baltasar me dijo ayer mi anciano padre el otro día y eso es todo lo que necesitamos para la Vida.
Una última pregunta, ¿San Juan?
San Juan es un apóstol artista, el prólogo de su Evangelio es la obra cumbre de la literatura. A los pintores figurativos, además, nos reafirma en que antes de la luz, estaba la Palabra. La luz (el color) sale de la palabra. San Juan es el que hace pintar a Jesús sobre la arena o, con saliva, sobre los lienzos blancos del ciego para que pueda ver nítido, después se lavarse el barro con el agua de la fuente de Siloé. Estamos preparando una exposición colectiva sobre su Evangelio, porque nos gusta su forma moderna de componer la imagen cual un collage, y porque la veta principal y olvidada o abandonada de la pintura siempre ha sido Jesucristo. La pintura es teología o al menos hay toda una teología escrita por los pintores, despreciado porque nadie sabe ahora leerla. “El regreso del hijo pródigo” de Rembrandt posiblemente sea su mejor cuadro, porque es una excepcional pintura pero sobre todo porque es la mejor exégesis que se ha escrito sobre aquella parábola de San Lucas.
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