Ángel Mateo Charris. Los papeles de Dickens. Galería My Name´s Lolita Art. Madrid. Septiembre 2014.
My Name´s Lolita Art presenta la exposición de las pinturas originales, óleo sobre papel, que el artista realizó para la ilustración del libro de Charles Dickens, titulado “Grandes Esperanzas”, editado, en 2012, por Galaxia Gutenberg
“Grandes Esperanzas, la novela que se me encargó ilustrar, es curiosamente la única que apareció en su primera edición sin dibujos. Dudas a la hora de escoger el ilustrador –el escritor buscaba un cambio en el estilo– y algunos problemas de infraestructura hicieron que la obra no apareciera ilustrada hasta unos años después en su versión barata, así que me perdí las posibles instrucciones de Dickens sobre los momentos a escoger, las características físicas de los personajes, los detalles ambientales, etc, que habitualmente discutía con los ilustradores.
Mejor así, mi manera de enfocar un proyecto va más allá de la servidumbre de ir siguiendo una historia –sería más como construirle a Dickens la casa para sus pensamientos que alguna vez reclamó a sus artistas, una casa en la que yo pongo los planos, los materiales y mi mundo y sólo espero que sus habitantes, en este caso Pip, Estella, la señorita Havisham y demás, se sientan razonablemente confortables.
Hace unos años Francesco Clemente realizó las pinturas del protagonista para una versión cinematográfica del libro en el que Pip se convertía en un exitoso pintor. Y existen numerosas versiones para cine y televisión más literales de Grandes Esperanzas que no he querido revisar”.
Robert Buss, que apenas trabajó con Dickens en un par de grabados para Los papeles del Club Pickwick, pintó un memorable e inacabado retrato póstumo de Charles Dickens –Dickens’ Dream (1875)– en el que el autor aparece rodeado de los protagonistas de sus obras, y para el que utilizó fuentes de distinta procedencia –un grabado de Samuel Fields, una fotografía de Watkins y los grabados originales de las novelas. Un sistema muy similar al que yo he empleado para mis piezas, para mis Grandes Expectativas –que diría Trapiello– repletas de referencias victorianas, anuncios, fotos de la época, grabados, fotografías tomadas por mí en los lugares donde transcurre la novela –en Rochester y Londres–, más las visiones recientes de un viaje por Australia, que se esconden entre las capas del óleo y la tinta. Un collage pensado a cuatro manos con otro artista a través del tiempo y sus circunstancias, ignorando diferencias y géneros, intentando atrapar las extrañas relaciones entre emociones, colores, formas y palabras, como le ocurre a Pip en el libro: siempre que observaba las embarcaciones que había en el mar con las velas extendidas, recordaba a la señorita Havisham y a Estella; y cuando la luz daba de lado en una nube, en una vela, en la loma verde de una colina o en la línea del agua del horizonte, me ocurría lo mismo.
Una casa para los pensamientos y una roulotte para viajar. Un libro de artista, pero también una obra ilustrada para una editorial con una audiencia heterogénea. Así lo quería Dickens y a mí me parece bien”.
Charris.