CARLOS GARCÍA-ALIX. LA BILIOTECA FANTASMA (THE GHOST LIBRARY)
Galería Siboney. Santander 2104.
Sergio Campos Cacho reveals some keys of La Bilioteca Fantasma (The Gost Library) of Carlos García-Alix in his in presentation text:
“La biblioteca fantasma de Carlos García-Alix no es sino el vestigio de otros espectros, de otras sombras, de unos recuerdos abandonados en los sótanos del alma. Allí reposan sus autores benditos y malditos, los que le marcaron un camino de lecturas que ahondaban en los laberintos de la literatura -así, Borges o Kafka- para terminar en la historia de una Europa devastada. García-Alix quiso seguir el rumbo marcado por Isaak Babel: “Hay que saberlo todo”, y todo lo guardó en su memoria, en su propia biblioteca fantasma.
En sus estanterías reposan fajos de documentos evanescentes. Sus pinceladas nos esconden el contenido de esos papeles que caen desordenados entre las estanterías fuera de lugar. También nos evitan la mirada de los escritores que le guiaron por la senda de un mundo de silencio ocre y pardo. Parecemos nosotros los observados desde el otro lado. Ha conseguido resucitar lo que parecía marchito y extinto, la vida efervescente de los años veinte y treinta en una España colmada de esperanzas y de revolución que quedó rota, con el destino transido por las armas y la sangre.
Fue en 2003 cuando García-Alix publicó el libro Madrid Moscú. Lo abría la reproducción de un cuadro sorprendente: La biblioteca fantasma. Mostraba tomos y tomos apilados en hileras y columnas. Jamás había visto una profundidad semejante. Hurtaba los títulos a la vista, también los volúmenes que se adivinaban detrás de las filas. Se intuían en ellos las historias de la guerra civil perdidas para siempre. Bastaría con coger uno de los libros, soplarle el polvo, abrir sus páginas con la color del tabaco y el olor antiguo para adentrarse en los años calcinados de una España limpia de fronteras y futuros. La revolución estaba allí, a la vuelta de la esquina, a un tiro de pistola. El mismo periódico que pudiera envolver el almuerzo pobre de un metalúrgico, podía llenarle la cabeza de las epifanías del comunismo libertario o permitirle esconder un arma. Mientras, en los quioscos, por cuatro perras podría comprar el Mundo Gráfico y leerlo antes de asistir a la sesión continua del Cine Proyecciones de la calle Fuencarral.
Todo esto que ahora queda plasmado en un collage, en un óleo o un dibujo, supuso años de decantación. Lecturas, filmotecas, archivos, bibliotecas e incluso un blog. Entre medias, una película, El honor de las injurias. La vida del anarquista Felipe Sandoval y el marco de fondo, una España que era otro país. El tiempo podrá cauterizar las heridas, pero jamás la memoria. Las obras de García-Alix mostrarán las oscuras sombras del alma devastada de un país y de una época, pero también la luz que erige de nuevo el pasado, rescatándolo del olvido, recreándolo de nuevo.
Los funcionarios de la Historia podrán dar carpetazo al expediente que traigan entre manos para ocuparse de temas distantes, dar cabida a otros intereses y pasar página. Pero quien ha reconstruido un mundo perdido hilándolo en la propia trama biográfica - así lo ha hecho García-Alix-, se verá condenado a conjurar a los fantasmas. De esta manera, de la forma más inopinada, tirando de hilos insospechados, dejándose arrastrar por los senderos de la casualidad y el misterio, un muchacho que vende sellos nazis en la Puerta del Sol llevaría a García-Alix a un hotelito a las afueras de Madrid, origen de las estampillas encontradas. Se trataba de la casa de Felix Schlayer, el alemán que fue embajador de Noruega en la retaguardia heroica y criminal del Madrid de la guerra. Testigo de los tejemanejes de las masacres de Paracuellos, punto abisal de las alcantarillas de la República. A su alrededor se movían decenas de personajes que bailaron la danza macabra de la muerte: Enrique Castro Delgado, Margarita Nelken, Mihail Koltsov, García Atadell… Los nombres de la retaguardia de Madrid. La historia cosida a la literatura, indisoluble el hecho y el recuerdo. En lo que fue la ahora biblioteca fantasma de Schlayer, las novelas de Baroja y de Valle Inclán estaban tiradas por los suelos, entre colchones donde los yonquis y las parejas representan sus propias mixtificaciones. El esperpento no fue sino retrato fiel de una sociedad alucinada por los nuevos aires que auguraban un futuro sórdido e incierto. García-Alix logra captar su espíritu siniestro. Lo ha recreado y lo ofrece de nuevo limpio de prejuicios. En sus obras no hay nada más que lo que somos”.