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ENTRETENEOS CON ALGO

 

Title: Entreteneos con algo

Author: Aledo, Jaime

Publication: Derivas de la Nueva Figuración Madrileña

 

 

En un cuadro de 2009 del pintor Julio Falagán, aparecen representados dos perros en un paisaje mirando una nube de la que salen unos rayos de luz y una mano que sostiene un hueso, arriba está rematado con una cartela que tiene la siguiente inscripción: “ENTRETENEOS CON ALGO”. Todo hace pensar que es el mismo Dios el que se está revelando. “Entreteneos con algo” sería el deseo divino general que, para los perros, se concretaría en el ofrecimiento del hueso y para los humanos en el célebre mandato “creced y multiplicaos, y dominad la tierra” (Gen 1, 28). Es verdad, ¿qué puede entretenernos más a los hombres que el sexo y el poder?, pues bien, aunque parezca mentira, para la subespecie de teóricos, en especial para los profesores, historiadores, comisarios y críticos de arte, cabría un mandato que les produciría un placer aún mayor: “ENTRETENEOS ESTABLECIENDO NEXOS CAUSALES”.

 

En este sentido organizar largas líneas a través de la historia, que conecten entre sí a artistas aparentemente alejados, es una actividad a la que se entregan con entusiasmo bíblico los teóricos del arte en general. Lo que pasa es que mientras los artistas entretienen sus vidas creando obras concretas, una tras otra y bien pegadas a la tierra, los teóricos vuelan por un limbo de abstracciones entre las obras de un mismo artista y sus posibles semejanzas con las obras de otros, estableciendo sistemas en los que necesariamente cada una de ellas pierde su singularidad, y sobre todo su sentido, en beneficio de un montaje que las muestra como meros elementos de unas relaciones altamente discutibles.

 

Por eso, en toda exposición de tesis, siempre ocurre que las obras se mantienen bien aferradas a la pared (o al suelo), negándose a ser meras ilustraciones de la teoría que revolotea por las salas de exposición, incapaz de encarnarse, apta sólo para los entendidos que conozcan bien la obra de los artistas presentados y, además, acepten una triple abstracción: la primera, la de la unidad del artista, porque es evidente que no todas las obras de un mismo artista tienen el mismo sello estilístico ni la misma intención, la segunda, las siempre difíciles similitudes entre el conjunto de la obra de unos artistas con la de otros que les identifique como pertenecientes a un mismo grupo o tendencia y, la tercera, las relaciones de semejanza que puedan establecerse entre los distintos grupos.

 

De todas esas abstracciones, la más aceptada es la del artista, será por aquello de que parecen ser los que generan las piezas, y, sin duda, en el arte español contemporáneo se pueden establecer conexiones entre pintores, una especie de red que relacione de modo no lineal la obra de muy distintos artistas, a largo de los últimos cincuenta años. Siempre será un ejercicio algo voluntarista y muy “estilo siglo XX”, pero no tiene porqué ser radicalmente falso y puede demostrar el aire de familia y la vitalidad de un tipo de pintura que, aunque hoy en día casi nadie le haga caso, sigue formando grupos, creando debates, etc. Pero, puestos a abstraer, este juego se hace más interesante si nos situamos en ese tercer grado de abstracción del que hablaba, el de los grupos que, además, tienen la ventaja de que, a diferencia de las obras o los artistas, no tienen cuerpo físico, son una “abstracción muy abstracta”, y cumplen también una serie de relaciones, quizás más lineales en el tiempo, enlazadas siguiendo el esquema de un árbol genealógico, pero muy limpias y jerarquizadas y por eso más atractivas.

 

Porque… ¿quién puede negar la existencia de una clarísima continuidad entre un conjunto de grupos de pintores que desde los años sesenta vienen trabajando en nuestro país? A poco que se observe, tenemos ante nuestros ojos una problemática que se encadena a lo largo de casi cinco décadas, algo parecido a un eje común que une esos grupos de artistas, un árbol en el que las distintas alturas del tronco serían los grupos, los pintores las ramas y las obras las hojas, ¡qué bonito, ¿no?! Y, además, con la nota característica de que estos grupos son cada vez menos circunstanciales, más cohesionados, a la vez que sus nombres son cada vez más pintorescos y ridículos. Podemos comenzar en los años sesenta con Nueva Generación, de nombre serio y respetable, cuyos componentes tienen básicamente una trayectoria individual y se asocian sólo expositivamente, sus novedosos planteamientos inician esa problemática de la que hablábamos y, desde luego, están en el origen de la llamada Nueva Figuración Madrileña, un grupo formado en los setenta de muy azarosa y discutible unidad, cuyo nombre, aunque soso, también parece serio, lo que pasa es que recientemente se les conoce como Los Esquizos, ¡menudo nombrecito! Algunas de sus propuestas más “locas”, ya en los ochenta, están en la base de Estrujenbank, denominación que sin duda es una broma, pero sus miembros ya trabajan todos en una obra conjunta a pesar de mantener también sus trayectorias individuales, para culminar desde los noventa, y sintiéndose deudores de la línea que hemos trazado, con Libres Para Siempre, el colmo, este ya sí que no es un nombre serio de ninguna manera, ¡¿de qué van?!, cuyos componentes ya sólo trabajan como grupo, no pretenden existir como artistas individuales. Por otro lado, también sería posible hablar, desde los ochenta pero sobre todo en los noventa, de la influencia de algunos de los esquizos más “moderados” en la creación de un trasplante Neometafísico, y otras ramas que no llegan a formar grupo, en un intento de recuperar la seriedad en el nombre y la individualidad de cada artista.

 

Un esquema como el anterior está construido sólo con afirmaciones voluntaristas: esto es así porque lo digo yo y lo digo yo porque justifica mis intereses y por eso me parece evidente y además es bonito y porque hace ver a la pintura como un territorio cohesionado... quien no lo quiera ver, peor para él. No cabe duda de que es de muy difícil justificación pero, precisamente por eso, me parece que más bien nos lleva a pensar en la artificiosidad de ésta y de todas las teorías que se puedan formular sobre las relaciones entre artistas, grupos o cuadros, que no dejan de ser abstracciones más o menos útiles, más o menos fundadas pero forzadas, abstracciones poéticas, que se apoyan en la mera verosimilitud, y esto queda demostrado por la constante dificultad que se da siempre que se quiere ilustrar una hipótesis con obras concretas, permanentemente obligadas a decir lo que no quieren decir. Frente a toda construcción de alambicados nexos causales los cuadros siempre se mantendrán en su irreductible e indómita singularidad.